Bienaventuranzas del pueblo cristiano
Feliz aquel que ama a Dios y vive por la fe en su presencia.
El que cree, ora y tiene tiempo para participar en las celebraciones de la comunidad.
Feliz aquel que reconoce a Dios como el padre que cuida celosamente de su hijo
No hagas de él un negociante recordándolo sólo a la hora de pedirle favores y a cambio de las promesas que le hagas.
Feliz aquel que ha descubierto que el verdadero Dios camina con el pueblo y quiere su liberación.
No digas que es voluntad de Dios la explotación, la miseria, la injusticia, la existencia de ricos y pobres.
Feliz aquel que sabe que seguir a Jesús es vivir en comunidad siempre unido al Padre y a los hermanos.
No te engañes, quien se aleja de la comunidad en busca de ventajas personales se aleja de Dios. Quien persigue a la comunidad, persigue a Dios.
Feliz aquel que respeta y trata a todos como iguales, como hermanos de verdad.
No es verdadero cristiano quien desprieza al indio, al negro, al peón, al anciano, a la prostituta, al pobre.
Feliz aquél que confía en los compañeros. El mundo será mejor, cuando el menor que padece sepa confiar en el menor.
Feliz aquel que cree que la vida y el buen nombre de los compañeros vale más que todo el oro del mundo.
No es cristiano el que se deja llevar por la venganza, el que no sabe perdonar, el que levanta falso testimonio, el que traiciona a los compañeros.
Feliz aquél que ama y respeta a su familia, el marido, la mujer, los hijos, los padres.
Feliz aquel que sabe que su dignidad personal es sagrada.
Feliz aquel que ha descubierto que la verdadera religión consiste en amar a Dios como Padre y al prójimo como hermano, trabajando por el Reino de Dios, estando siempre al lado de los más débiles; no acobardándose nunca, ni siquiera en las dificultades, en las persecuciones; luchando por la liberación en las organizaciones populares, en el sindicato, en la política, en la comunidad.
Texto: Pedro Casaldáliga